La lección del uso de los condones para mi hijo adolescente

Por Enrique Aguilar R.

Mi amigo el poeta y psicoterapeuta Efraín Bartolomé me recomendó hace ya varios años la lectura del libro El sexo y el hombre soltero del doctor Albert Ellis, volumen en el que con la sabiduría y la amenidad que lo caracteriza el impulsor de la terapia cognitivo-conductual analiza temas como los de la masturbación, la seducción, el control de la natalidad, cómo evitar las enfermedades venéreas, la homosexualidad y hasta el de una “Guía para los que recurren a las prostitutas” y varios interesantes y sabrosos tópicos más, de modo claro y directo.

En ese volumen Ellis cita un texto que un padre de familia, N. D. Mallary Jr., quien escribió un manual sobre el arte de la seducción, y una carta para su hijo titulada “Del sexo y el amor físico” en la cual le explica a su hijo adolescente la técnica detallada para besar y cómo propiciar o reconocer las situaciones y ocasiones para hacerlo.

En otra ocasión en que fui a las instalaciones de una organización dedicada a la difusión y capacitación sobre actividades relacionadas con la sexualidad, la prevención y la planificación reproductiva, en una parte de su biblioteca vi que funcionaba una taller de sexualidad para niños y adolescentes en el cual una de las actividades era que varias niñas y niños manipularan de manera lúdica condones y penes de plástico y de ese modo aprendieran la técnica tanto para colocar, como para utilizar y retirar un condón.

A lo largo del desarrollo físico, emocional y académico de mi hijo, que hoy ya tiene 14 años, he mantenido la atención respecto de sus inquietudes, preguntas y curiosidades en cuanto a la sexualidad. Esto lo he hecho por medio de tener con él una comunicación tranquila, clara y directa respecto de ese tema, y siempre de acuerdo con su edad y posibles intereses.

Una de las premisas básicas en cuanto a esto ha sido la de decirle, demostrándoselo en los hechos, que conmigo “no hay temas prohibidos, ni preguntas sin respuesta”.

En una de nuestras conversaciones, cuando él aún estaba en la primaria, yo le comenté que para él y sus compañeros de clase la educación sexual y emocional ya era más fácil porque eso se abordaba en los propios libros de texto. Su respuesta fue clara: “pues sí está en los libros, pero eso casi no lo vemos porque a la maestra le da pena hablarnos de esos temas”. Ante eso la opción fue ofrecerle que él leyera por su cuenta todo lo que le interesara sobre la sexualidad que había en sus libros, y que yo le explicaría cualquier tema que se le complicara y le contestaría todas sus preguntas. Además, en varias ocasiones le pedí prestados sus libros y yo leí su contenido y le hice comentarios para propiciar sus opiniones y preguntas.

Todos estos antecedentes, más mi experiencia de años en las aulas tratando con adolescentes fue lo que utilicé el día que decidí darle una clase vivencial, a sus14 años, sobre cómo ir a la farmacia a comprar condones, primero, y después, sobre cómo usarlos.

Un día le pedí que me acompañara a la farmacia, y ya estando ahí me acerqué al mostrador en el que estaban guardados los condones y empecé a observarlos con atención y a leer cuáles eran sus características, según sus paquetes. En seguida le pedí a la señorita que se acercó a atenderme que me mostrara por favor tres diferentes paquetes y que me dijera cuál era el precio de cada uno. Luego le pregunté si entre los que había escogido había alguna diferencia en cuanto a tamaño y grosor del látex. La chica contestó que no sabía y se puso a leer las características señaladas en cada uno de los paquetes al mismo tiempo que yo. Ella no tuvo paciencia para leer las características que venían en pequeñas letras, pero yo sí. Al verme hacer todo eso, mi hijo puso mucha atención, y al final él también se puso a investigar esos datos que a mí me interesaban.

De los tres paquetes de condones que yo pedí que me mostraran, ambos descubrimos que todos eran iguales en cuanto a dimensiones de largo y ancho, y que también eran iguales en cuanto al grosor del látex con el cual estaban fabricados. Lo que cambiaba eran las envolturas y el precio. Escogí entonces los más baratos y los pagué bajo la premisa de que si en realidad todos eran iguales no había porqué pagar más, sólo por su envoltura.

Al salir de la farmacia le pregunté a mi hijo si él alguna vez ya había comprado condones y me dijo que no. Le pregunté si sabía como eran en realidad, y me volvió a decir que no. En seguida le dije, “ten, te los regalo, en realidad los compré para ti, para que los conocieras”. Me dio mucho gusto ver su cara de felicidad al recibirlos.

Cuando llegamos a la casa le di la siguiente lección. Le pedí que me prestara sus condones, separé uno y lo abrí, indicándole cómo hacerlo para evitar dañarlo con las uñas. Mientras yo hacía eso vi su cara de sorpresa, pero también de emoción. Una vez descubierto, le mostré cuál era el derecho y el revés. Después, para mostrarle cómo se usaban, tomé un florero que estaba cerca, en forma de tubo, y que contenía unas flores de papel. Le quité las flores y le dije que hiciera de cuenta que el largo cuello de ese envase era un pene erecto, y acordándome de las lecciones de los niños de la biblioteca sobre sexualidad, le mostré que el condón tenía la punta diseñada para recibir el esperma después de la eyaculación, y que para colocarlo correcta y más fácilmente, lo que había qué hacer era, con los dedos índice y pulgar de una mano, enrollar la punta, sin soltarla, en seguida coloqué el condón enrollado en la punta del “pene-florero” y le dije que en seguida había que desenrollarlo con cuidado hasta que quedara completamente extendido. Yo hice todo eso, pero sólo hasta colocar con una mano el condón, enrollado, en la punta del florero, sosteniendo, con los dedos de la otra mano la punta enrollada. A continuación le di todos los instrumentos y le pedí que él hiciera todo lo que yo le había explicado pero que él sí extendiera todo el condón. Lo hizo todo muy bien, y lo felicité por eso.

Al final, le dije que los condones sobrantes los podía utilizar para seguir ensayando en su colocación, que cuando se le terminaran ya sabía dónde ir a comprar más y cuánto costaban.

enrique_aguilar_1@hotmail.com

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